Papá, ¿por qué cambiamos cuando crecemos?

02.06.2019

¡Hola Papá!

¡¿Qué tal el día?! - le preguntó Manuela al llegar a casa después del colegio -


¡Hola Manuela! Bien cariño, trabajando un ratito, como ves...


Bueno, un ratito lo dirás tú, que al final te voy a confundir con un mueble - entre risas le decía Manuela a su padre mientras se acercaba para ese beso indispensable junto al abrazo que le acompaña siempre - 


¡Oye Papá!, ¿puedo pedirte una cosa?

¡Claro cielo! Dime...

Me han mandado un trabajo en clase y me han pedido que pregunte a mis padres y lo haga con vosotros, pero no sé si voy a ser capaz de explicarte de qué va.


¡Dispara Manuela! - le dijo su padre esperando esa sorpresa que puede que lo desconcierte como en tantas ocasiones anteriores -


Pues la profe, que es un poco "repipi", nos ha dicho que hagamos un pequeño libro en una libreta donde contemos por qué cambiamos desde que somos pequeños hasta cuando nos hacemos grandes, mayores, como tú, o bueno, no tanto como tú... - se reía Manuela -


¡Manuela, Manuela! - risas entre ambos se sucedían como casi siempre y ojos de complicidad -


Y... ¿en qué puedo ayudarte yo cariño?


Pues había pensado en que tú, que escribes bonito, me escribieses algo que pudiera explicar esa pregunta, que no sé muy bien cómo responderla ni yo.


Pero... ¡¿eso es que yo te haga el trabajo cariño?! - con cara extrañada preguntó el padre - ¡Eso es copiar y está mal! Ya lo sabes Manuela...


¡No, no! Lo que quiero es añadirlo con una foto para saber qué piensas y qué explicación puedes darme de lo que pregunta la profe.


¡Vale!, entendido. No sé qué me va a salir cielo.


Lo que te salga, seguro que es bonito como siempre. - le dijo Manuela a su padre junto a un beso -


¡¿Y qué foto vas a poner?! Por saberlo, más que nada...


Pues mira, espera que te la traigo. - le decía Manuela a su padre mientras iba en dirección a la estantería donde estaban los álbumes de fotos.


¡¿Esa, Manuela?!


¡Sí! Esta Papá, que estamos los tres...


¡Bueno! - con cara de conformidad afirmó el padre -


Papá, te dejo un rato para que lo escribas y... ¡¿me lo haces?! - Manuela ponía esa cara de niña buena con la que muchas veces quería conseguir aquello que se proponía -


¡Venga! Me pongo a ello Manuela, en un rato te aviso... ¡Me pides unas cosas!


- y así quedaron padre e hija durante unas pocas horas... -


¡Manuela! - le llama su padre desde la puerta de su habitación con un par de hojas impresas en la mano -


Aquí tienes lo que me pediste, espero que te sirva.


- y con intriga se levantó Manuela de la silla de su escritorio terminando de tapar el pegamento de barra con el que pegó la foto que le enseñó a su padre para el trabajo del colegio -


¡¡¡Papá!!! - levantó la voz Manuela dirigiéndose a su padre al terminar de leerlo -


¡Dime!, ¿no te sirve?


¡Sí, sí! Pero mejor me voy a comprar otra libreta y empiezo de nuevo el trabajo. - con resignación y sonrisa al mismo tiempo al ver que aquello que le escribió su padre, le hizo cristalizar sus ojos mezclado con una sonrisa al terminar de leerlo y comprender eso que le sorprendió del gotelé y que no tenía nada que ver con lo que le pidió que le escribiese -


-Y al volver de comprar esa libreta, rehacer el trabajo y como cada noche... -


¡Manuela!- con voz cariñosa le dijo el padre a Manuela que se iba nuevamente a su cuarto -


Dime Papá...
Te quiero - le dijo el padre -


Y yo a ti Papá, y yo... junto a un gran beso.


Así rezaba el contenido de las hojas que le escribió su padre


<< Como a gotelé que sin remedio lo cambian a liso, como a liso sin textura cuando dejas de sentirlo al tocarlo ... Así ocurre cuando crecemos >>


No siempre podemos poner un límite, una barrera, ese "detente" que no quiero que siga avanzando. El tiempo manda, con él nacemos y con él nos vamos. Es nuestro compañero invisible, ¡siempre!, toda la vida, pero lo vemos en ocasiones y nos lo ven muy a menudo. Incluso hasta le hacemos preguntas sin saberlo cuando nos miramos al espejo y como si no existiese.

Cambiamos porque todo aquello que nos rodea nos hace cambiar. Cambiáis porque el mundo está hecho para que lo hagáis. ¡Así de mal está hecho!

Un niño que aún no habla, siente.

Cuando empieza a hablar, siente.

Lo que no sabe es qué siente, lo que desconoce es que eso que siente empezará a ponerle nombre muy pronto.


Se nace con inocencia, se crece con recuerdos y se muere con la conciencia de nuestra vida e inconsciencia porque se termina sin saber el momento.


Inocencia... una de las palabras más bonitas que hay en el mundo.

Recuerdos... aquellos que guardamos sin quererlo, buenos y no tan buenos como malos u horribles.

Conciencia... todo aquello que nos enseñaron, nos dijeron, nos plasmaron con ese "así es" y no de otra forma.

Inconsciencia... cuando no nos hemos dado cuenta, cuando no hay más, cuando lo que hay es un fin y un final.

Es en el momento que tomamos contacto con el mundo, con las normas, las reglas, el hacer esto o aquello de esta u otra forma porque así está establecido. El vestirse así, el hablar y comportarse determinadamente aludiendo al respeto o a la educación, a la seguridad de todo lo que sea seguro...

Hay tantas cosas y tanto de qué hablar y decir del por qué cambiáis, cambiamos, que yo también fui niño, que no pararía de escribir motivos, razones y plausibles. Lo peor es que serían solo opiniones y cada uno, seguramente, tendríamos muchas de ellas opuestas y otras tantas en las que coincidiríamos.
¡Somos tiempo! somos un reloj de arena que a cada grano que cae transforma la imagen de la parte superior respecto a la que queda abajo que también cambia.

Somos eso, ¡granos!, como los adolescentes cuando les aparece el acné y pasado un tiempo, sin saber el por qué con seguridad se esfuma... como cuando la moda hizo que hubiese una técnica para ocultar imperfecciones en las paredes llamado gotelé... Y por mucho que desaparezcan los granos y el gotelé, no siempre desaparecen las imperfecciones, más bien aumentan con el paso del tiempo.

Pero solo puedo decirte una cosa que sí es seguro; nos modificamos, sí, eso sí, pero nunca cambiamos.

¡¿Sabes qué cambia al crecer?! Las cosas malas...

¡¿Sabes qué no cambia al crecer?! Si eres bueno de corazón o no lo eres.

¡¿Sabes qué no debe cambiar conforme creces?! Que hagas lo que hagas, conseguir que nadie ni nada te impida ser todo lo que feliz que puedas ser y sin hacerle daño a nadie. 

(PD: A vosotros, ojalá nunca hubieseis crecido para regalarle la inocencia al mundo y a este ser que ya creció. Vuestro padre)